Miedo a la recaída del cáncer

Un año más el diagnóstico de cáncer de mama es de los más frecuentes en el mundo. Afortunadamente su mortalidad aún continúa descendiendo, como viene sucediendo en los últimos años, lo que significa que su prevalencia es mayor.

Esta prevalencia viene determinada por la supervivencia al diagnóstico a los 5 años (SEOM, 2025). Un logro tan importante, conseguido gracias la sensibilización de la población, los programas de cribado y los avances en la investigación, supone nuevos retos para los pacientes y profesionales de la salud, que enfrentan cada día las posibles consecuencias físicas, sociales, laborales y emocionales tras la superación del diagnóstico.

De hecho, los estudios demuestran que entre el 22 y el 96% de los supervivientes oncológicos muestran una constante en sus vidas, el miedo a la recaída del cáncer (MRC), que se eleva al 97% en supervivientes de cáncer de mama (Ibañez del Prado et al, 2023).

En psicooncología, conocemos este miedo como el “Síndrome de la Espada de Damocles” en clara referencia a la leyenda clásica griega en la que el joven Damocles, siervo del gran Dionisio II, gobernante de Siracura en el s. IV. a.c., disfruta de un gran banquete junto a su amo hasta que se percata que sobre su cabeza pende una espada muy afilada, sujeta al techo únicamente por un hilo de pelo de caballo. A partir de ese momento Damocles nunca quiso volver a tener el privilegio de sentarse en la misma mesa junto a él (Estapé et al., 2023).

Se usa este símil para hacer evidente el estado de incertidumbre, preocupación, indefensión y ansiedad en general, que supone para muchas mujeres la etapa posterior a los tratamientos, y por tanto, la etapa de supervivencia, al sentir siempre presente la amenaza de un nuevo diagnóstico sobre ellas.

Los estudios refieren mayores niveles de miedo a la recurrencia del cáncer en personas con características individuales determinadas: mujeres jóvenes, en seguimiento médico, con uno o más síntomas relacionados con el cáncer, mayor tiempo transcurrido desde el diagnóstico y creencias como la de tener más posibilidades de sufrir una recaída por el hecho de conocer a alguien que la haya sufrido. En hombres los rasgos más significativos atribuibles a niveles más altos de miedo, son la baja autoestima y una actitud pesimista (Galica et al., 2019).

Por eso, el miedo a la recurrencia del cáncer se puede manifestar de muchas formas diferentes, no solo a nivel emocional, también a nivel cognitivo y conductual. Se suele asociar a la rumiación constante sobre todo lo relacionado con la enfermedad, la hipervigilancia corporal, los síntomas depresivos y la alteración en las relaciones interpersonales, pero puede suponer mucho más.

Muchas personas refieren dificultades en la vida diaria y a la hora de planificar el futuro, ya sea inmediato o a medio o largo plazo, dificultades de concentración o memoria, alteraciones del sueño e incluso evitación de situaciones relacionadas con el cáncer. De ahí, que las revisiones médicas a las que deben someterse de forma periódica, cierta sintomatología física o la muerte de un familiar, entre otros, puedan disparar ese miedo.

Hay personas que viven en alerta permanente llegando a ser bastante incapacitante, afectando diferentes ámbitos de su vida, y con ello, interfiriendo seriamente en su calidad de vida. Es cierto que el miedo a la recaída puede considerarse una reacción normal en un momento determinado o fluctuar a lo largo del tiempo, durante el proceso de enfermedad o después de los tratamientos, pero no podemos olvidar que también puede llegar a ser un problema crónico.

Si tenemos en cuenta todas estas cuestiones, se hace absolutamente necesaria la información, el apoyo y la intervención de los profesionales de la salud, especialmente desde la psicooncología, para dar cobertura a pacientes y familiares, con el objetivo de mejorar su calidad de vida y su bienestar emocional.

El apoyo por parte de profesionales de la psicooncología debería ser la primera opción para las personas que empiecen a sentirse bloqueadas, dejando de reconocerse a sí mismas en el día a día, muchas veces incluso superadas por las actividades cotidianas, fruto del miedo.

Por otro lado, hay algunas cuestiones que pueden ayudar a las personas que se hayan sentido identificadas en algunas de las cuestiones planteadas sobre el miedo a la recaída y que pueden empezar a implementar si se encuentran en esa situación.

En primer lugar, puede ayudarles “normalizar la situación”, el miedo es un emoción necesaria y su función es protegernos, por eso será importante poder darle su espacio sin que eso signifique que deba invadirnos y dirigir nuestra vida.

Dar espacio a la preocupación sin juzgarnos, volviendo nuestro pensamiento al presente. Cuando nuestro estado anímico se resiente es fácil que caigamos en la trampa de anticipar situaciones que aún no han ocurrido y que en el 90% de las ocasiones no llegarán a ocurrir nunca.

La expresión y la gestión de las emociones es otro punto muy importante, reconocer ese miedo, incertidumbre, desesperanza… aprender a ponerle nombre, validarlo y compartirlo con las personas que las entienden, escuchan y acompañan. Muchas veces se encuentra esa comprensión en las asociaciones de pacientes, en familiares o amigos. Esto puede ayudarles a valorar y confiar en sus propias capacidades de adaptación y afrontamiento, aportando un nuevo sentido de control de sí mismos y recuperando el sentido en sus vidas.

La planificación y la organización del día a día, tanto de los quehaceres como del tiempo para una misma o para uno mismo, serán la siguiente clave. Haciendo presentes en este punto, las nuevas prioridades que suelen surgir durante el proceso de enfermedad.

Esto significa dar espacio a las actividades agradables que saben que elevarán su energía (meditación, lectura, yoga….), pero también darse permiso para expresar o estar preocupados los días previos a la revisión, incluso planificar de forma más concienzuda y delicada esos días.

Para manejar eso será necesario otro punto más, que la persona establezca límites, a sí misma y su propio pensamiento, a la sobre información que puede llegar desde diferentes vías y a las quejas y posibles exigencias del trabajo o de los otros. Esa es la razón por la que familiares, sanitarios y cualquier persona en general, debieran ser conocedoras de todo lo que implica, no solo la enfermedad de cáncer en sí, también todo lo que lleva detrás y que supone para las personas que conocemos como supervivientes de cáncer.

Autoría:

Teresa Arroyo Narváez.
Psicóloga general sanitaria. Psicooncóloga y Terapeuta EMDR.
Miembro de la Sección de Psicooncología y Cuidados Paliativos del COPAO